Similitudes de ayer y de hoy
- Como los anteriores por Jorge Scalabrini Ortiz para Centro Raúl Scalabrini Ortiz
- Como los anteriores por Jorge Scalabrini Ortiz para Centro Raúl Scalabrini Ortiz
En “Bases para la Reconstrucción Nacional” en el “Artículo 40 bastión de la República” Raúl Scalabrini Ortiz daba un panorama de los medios y de muchos comentaristas y políticos muy semejante al que vemos hoy. Decía Scalabrini: “Supongamos que un espectador sensible e inteligente pero ignorante de la técnica musical escucha por primera vez la ejecución de una sinfonía (…) Se asombrará de la puntualidad con que cada instrumento del sonido de cada grupo ejecutante aporta a la voz conjunta de la sinfonía. Hay allí un orden y un plan al que se subordinan todos, desde el imperante bombo y el timbal que redobla como si resonara al frente de un ejército, hasta el director que se desarticula en el geométrico vaivén de la batuta. Cada uno maneja individualmente su instrumento y tiene su función, pero todos obedecen puntillosamente los dictámenes de un texto que sólo es inteligible para los músicos. Quien verdaderamente manda allí, no está presente. Ellos no son nada más que intérpretes de una voluntad escrita en un lenguaje sólo por ellos inteligible, un lenguaje con muchos puntos negros como un texto masónico.”
“Muy semejante al de la música es el espectáculo intelectual y la técnica de la política. Cada político maneja un instrumento de sonoridades, timbre y voces particulares. Cada uno es distinto de los otros, independiente, y aparentemente libre de ejecutar lo que se le ocurre. Pero esa es una ilusión falaz que sólo puede engañar al que ignora las leyes de un concierto político. Parecen libres, como los músicos de la orquesta. Pero si están en la orquesta, es porque están concertados, es decir, armónicamente combinados en la ulterioridades de la sinfonía política. Soplan en la flauta, no cuando quieren, sino cuando les corresponde soplar. Un artículo inocente, un editorial sin trascendencia, un antecedente aportado por un jurista, un ensayo, una opinión colateral, son modulaciones que se sincronizan en la gran voz de la publicidad, cuya resonancia ahoga el genuino clamor de la necesidad nacional.”
Todo este notable artículo de Scalabrini describe claramente lo que sucede actualmente con la oposición política al actual gobierno: cada uno es parte de una gran orquesta tendiente a frenar o abatir un modelo de crecimiento con justicia social que pasó de un PBI en dólares de 99.375 millones en 2002 a 377.504 en 2010 (es decir un aumento de 339%) en tanto que el PBI por habitante en esa moneda se incrementó 2649 u$s/hab. en 2002 a 9275 u$s/hab. en 2010 (o sea un crecimiento del 250 %); que la inversión pasó de un escaso 11,3 % del PBI a 22,8 % y el salario real de la industria se incrementó entre esos años en un 184 %, todo ello en un gobierno con superávit fiscal y del comercio exterior, con una política de desendeudamiento de la voluminosa deuda externa contraída por los gobiernos anteriores, y múltiples realizaciones no sólo en desarrollo industrial, comercial, y social, sino que también en obras de infraestructura entre ellas la terminación de la autopista Rosario-Córdoba y de la megaobra energética de Yacyretá que permite el suministro del 55 % de la hidroelectricidad que consume nuestro país. Este año se terminará la central atómica de Atucha II y una multitud de obras de infraestructura y de inclusión social. Para la prensa hegemónica y para la mayoría de la oposición política, sin embargo, poco o nada se ha hecho en el país desde el año 2003, en una similitud de opiniones descalificantes todas ellas como si fueran dirigidas por un gran director de orquesta.
En el artículo “En un país empobrecido los grandes diarios son órganos de dominio colonialista” Scalabrini nos da un ejemplo notable de la influencia de los medios de difusión y de poderosos intereses. Dice “En su extraordinario documentado libro ‘América conquista Inglaterra’ Ludwell Denny nos relata la lucha silenciosa, públicamente disimulada, invisible para los pueblo, pero no por eso menos encarnizada y decidida, en que se trenzaron EE.UU. y Gran Bretaña durante el decenio l920-1930, para conquistar mercados el uno, para evitar ser desplazada la otra. Uno de los capítulos del libro está dedicado a detallar aspectos desconocidos y a veces de carácter reservado de los procedimientos puestos en juego para lograr el predominio de la información periodística en China. La técnica utilizada no se caracteriza por su corrección y quizás tampoco por su moralidad, pero no eran esos valores el objetivo por los cuales pugnaban ni los británicos ni los norteamericanos. La documentación de Ludwell Denny es aparentemente imparcial y muy completa, pues tenía todos los documentos a mano, en su carácter de jefe de prensa del Departamento de Estado. El pueblo chino no tuvo nunca conocimiento de esa lucha que se desarrollaba para decidir quién iba a ser el informante(…) La voluntad y la inteligencia central que los dirigen en ambos bandos permanecen absoluta y totalmente ignorados por el pueblo chino. Los grandes diarios cambian de propietario sin que la operación trascienda al público. Se establecen agencias informativas que compiten y desalojan (…) a las agencia locales y a las establecidas con anterioridad(…).
El pueblo chino se enterará de los hechos mundiales que a las agencias les interese difundir. Si el pueblo chino cree que el resto del mundo come tan poco como él, nadie se quejará. Si cree que el resto del mundo paga por el petróleo el mismo precio que él paga, no protestará. Si cree que por su arroz no se obtiene más precio que el que él logra, no discutirá. Si cree que para progresar necesita recurrir al capital extranjero, nadie podrá válidamente oponerse a que recurra. En una palabra, desposeído de sus medios colectivos de información, el pueblo chino queda a merced de sus informantes extranjeros que poco a poco, insensiblemente, influirán hasta en sus sentimientos nacionales, en la jerarquía de sus apreciaciones y en la calidad e intensidad de sus gustos y apetencias(…)”
El pueblo chino se enterará de los hechos mundiales que a las agencias les interese difundir. Si el pueblo chino cree que el resto del mundo come tan poco como él, nadie se quejará. Si cree que el resto del mundo paga por el petróleo el mismo precio que él paga, no protestará. Si cree que por su arroz no se obtiene más precio que el que él logra, no discutirá. Si cree que para progresar necesita recurrir al capital extranjero, nadie podrá válidamente oponerse a que recurra. En una palabra, desposeído de sus medios colectivos de información, el pueblo chino queda a merced de sus informantes extranjeros que poco a poco, insensiblemente, influirán hasta en sus sentimientos nacionales, en la jerarquía de sus apreciaciones y en la calidad e intensidad de sus gustos y apetencias(…)”
En este mismo sentido el presidente de TELAM, Sr. Martín García, en un esclarecedor artículo titulado “ La verdad nos libera” incluido en el “Reporte Nacional” (suplemento matutino diario hecho en TELAM S.E. ,Nº 1656, del 26 de abril de 2011, en edición especial Feria del Libro) con motivo del 66º aniversario de esa empresa, destacaba: “En sus ‘Bases para la Reconstrucción Nacional’, Raúl Scalabrini Ortiz tomó un ejemplo muy ilustrativo, el de China, donde todo lo que entraba al país en materia de noticias pasaba por el filtro de las agencia inglesas que controlaban el flujo de la información y todo lo que se sabía en el mundo de China, pasaba, a su vez por la censura inglesa. Es decir que China estaba completamente aislada en materia de información. Dominada.”
“La experiencia china (dice Scalabrini) es digna de ser tomada en consideración. No hay que olvidar que los pueblos aguantan mucho, pero al final reaccionan exactamente como las pelotas. Cuanto más se las comprime, más lejos saltan antes de recobrar su equilibrio. Y parece más conveniente aprender en las cabezas o en las pelotas chinas que en las propias.”
El control de los medios de información por poderosos intereses ha sido una constante en muchos países del mundo, principalmente en los países emergentes. Es de esperar que en Argentina la nueva ley de radiodifusión pueda ir cambiando el casi monopolio de desinformación a que hemos sido sometido los argentinos. Se debería educar más con programas televisivos sobre las realizaciones nacionales, cursos de geografía económica argentina y muestras itinerantes mostrando el real potencial de Argentina para cambiar la imagen negativa que muestra la prensa hegemónica y muchos políticos opositores.